ARGIMIRO GABALDON (biografia de la semana)
Argimiro Gabaldón tenía apenas 45 años cuando lo alcanzó la bala que le quebró la vida. Más que la muerte le dolió morir de bala amiga, morir a destiempo, morir cuando apenas se iniciaba el camino duro del que tanto había hablado y para el cual tanto se había preparado. Había nació en 1919, parteado por su propio padre el General Rafael José Gabaldón, en su hacienda Santo Cristo, en plena tierra larense. Y fue en El Tocuyo 19 años más tarde cuando sobre un bancal de arena, a orillas del río, empeñó su palabra comunista con el futuro. Allí inició una participación política que no cesó sino cuando la bala equivocó su cauce para irse a anclar en su corazón combatiente.
Las actividades políticas lo llevaron a Caracas y a incorporarse en las luchas estudiantiles y en las huelgas organizadas por la Federación de Estudiantes de Venezuela. Para ese momento Chimiro era nadador, jugador de béisbol, pescador, cazador y excursionista incansable. Dicen quienes lo conocieron que jamás perdió una pelea a puños, pero que jamás cazó una que no tuviera razón de ser. Una vez bachiller se fue a Argentina a estudiar arquitectura. En el tercer año de su carrera, detuvo su visión arquitectónica para adentrarse en el mundo de la pintura, la literatura y el arte. Y con su morral al hombro se fue a Brasil.
Regresó a Venezuela en 1945 a desandar los viejos caminos. A sus destrezas físicas, Chimiro sumó su pasión por el periodismo, la novelística, el cuento y la poesía. Entendió que había que conocer la historia de su país para poder actuar sobre ella, y se dedicó a formular preguntas y a encontrar respuestas.
A la hora de la lucha contra el perezjimenismo, fue el primero en plantear que no se trataba sólo de cambiar al dictador por otro gobernante, sino que había que ir a la raíz de ese acontecer para que los cambios fuesen trascendentes y no formales. Fue entonces cuando comenzó a discutir la tesis de la necesidad de la lucha armada, como respuesta a un gobierno represivo y criminal.
Y cuando llega el año 1958, comienza a ver con cierto recelo las políticas de unidad impulsadas por el Partido Comunista. A la hora del III Congreso del PCV, fue quien planteó la necesidad de ir hacia otras formas de lucha. Es el inicio de la experiencia guerrillera en Humocaro y también las primeras derrotas. Desde fines del 61 hasta el 13 de diciembre de 1964, Chimiro estuvo al frente de esa lucha. Y en ese proceso le tocó vivir los vaivenes de unos dirigentes que se amoldaban a las circunstancias, antes que analizar histórica, táctica y estratégicamente la realidad sobre la que actuaban.
Para Argimiro, en cambio, quien desde un principio se dedicó a actuar y a escribir sobre lo actuado, a entablar una lucha a la vez que estudiar sus posibilidades, las causas de su fracaso, las condiciones de su existencia, el ser combatiente significaba ante todo ser fiel a una condición, ante cualquier adversidad. La lucha guerrillera para Argimiro, era una forma de la lucha de masas, y sin la gente, sin el pueblo, carecía de sentido. Su raigambre venía de sus vínculos con la tierra, con la gente, con el café que se tomaban y las carencias que sentían. No era un acto improvisado sino una concepción de lucha, de vida y de futuro.
Su objetivo: crear conciencia. Avanzar espacialmente sobre el enemigo, siempre y cuando el espacio conquistado lo fuese en la conciencia y en la organización., para poder dar respuestas que perduraran en el tiempo y en la historia. Aquí, sin embargo, se pasó de una táctica a otra, acomodándola a las circunstancias, improvisadamente, sin que mediara el análisis de lo ocurrido, ni las grandes líneas de lo que habría que proponerse.
En el 58, se propuso la unidad con quienes habían excluido al Partido Comunista de la política venezolana. Ya para el 61 Argimiro estaba en las montañas de Lara. En la ciudad, Unidades Tácticas de Combate, las llamadas UTC, hacían acciones urbanas, sin preparación, maquinaria ni orientación. Allí quedaron muchos compañeros, heridos de una muerte que no les correspondía.
Luego, ante la creciente violencia gubernamental se intentó dar respuesta una alianza cívico-militar para intentos de golpe fallidos y muy costosos, como lo fueron el Guairazo, el Porteñazo, el Carupanazo, golpes materialmente permitidos para que el blanco fuese más fácil de distinguir y el objetivo aniquilador más seguro. Y así lo fue.
Y cuando eso fue insuficiente, se pasó a la guerra larga y prolongada, siempre siguiendo un guión ajeno, llevando a las montañas, las filas y los ríos, a muchachos de la ciudad, que sólo tenían para armarse de mucho valor, rebeldía y un sueño de cambiar el mundo. Nadie les explicó las rutas, las perspectivas. A muchos se les hizo creer que en poco tiempo amarrarían los lazos de sus caballos en las verjas de Miraflores, como lo hicieron los combatientes de la gesta cubana.
Pero no había verjas, ni caballos, ni caminos, ni tiempo determinado para una lucha librada a punta de valor, sacrificio y entrega. Y también de negociaciones, conciliaciones y traiciones. No hubo, porque no había quien la diera, una preparación ideológica, doctrinaria, que les permitiera ir más allá de los manuales de la URSS para aprehender una realidad y dar respuestas acordes con ellas. Betancourt y Leoni, lograron hacer de la izquierda insurgente lo que ellos quisieron para exterminarlos donde y como fuera.
Las continuas derrotas y golpes sufridos, llevaron al repliegue, a la tregua unilateral, al nuevo cambio de táctica. Cuando en diciembre del 64, Chimiro recibe el disparo, aquella guerrilla acusaba la soledad de quienes habían sido dejado a su suerte. En aquel diciembre sólo llegó a las montañas un paquete con sobres de azúcar enviados por una compañera, para endulzar un café amargo como los tiempos que se vivían.
Las actividades políticas lo llevaron a Caracas y a incorporarse en las luchas estudiantiles y en las huelgas organizadas por la Federación de Estudiantes de Venezuela. Para ese momento Chimiro era nadador, jugador de béisbol, pescador, cazador y excursionista incansable. Dicen quienes lo conocieron que jamás perdió una pelea a puños, pero que jamás cazó una que no tuviera razón de ser. Una vez bachiller se fue a Argentina a estudiar arquitectura. En el tercer año de su carrera, detuvo su visión arquitectónica para adentrarse en el mundo de la pintura, la literatura y el arte. Y con su morral al hombro se fue a Brasil.
Regresó a Venezuela en 1945 a desandar los viejos caminos. A sus destrezas físicas, Chimiro sumó su pasión por el periodismo, la novelística, el cuento y la poesía. Entendió que había que conocer la historia de su país para poder actuar sobre ella, y se dedicó a formular preguntas y a encontrar respuestas.
A la hora de la lucha contra el perezjimenismo, fue el primero en plantear que no se trataba sólo de cambiar al dictador por otro gobernante, sino que había que ir a la raíz de ese acontecer para que los cambios fuesen trascendentes y no formales. Fue entonces cuando comenzó a discutir la tesis de la necesidad de la lucha armada, como respuesta a un gobierno represivo y criminal.
Y cuando llega el año 1958, comienza a ver con cierto recelo las políticas de unidad impulsadas por el Partido Comunista. A la hora del III Congreso del PCV, fue quien planteó la necesidad de ir hacia otras formas de lucha. Es el inicio de la experiencia guerrillera en Humocaro y también las primeras derrotas. Desde fines del 61 hasta el 13 de diciembre de 1964, Chimiro estuvo al frente de esa lucha. Y en ese proceso le tocó vivir los vaivenes de unos dirigentes que se amoldaban a las circunstancias, antes que analizar histórica, táctica y estratégicamente la realidad sobre la que actuaban.
Para Argimiro, en cambio, quien desde un principio se dedicó a actuar y a escribir sobre lo actuado, a entablar una lucha a la vez que estudiar sus posibilidades, las causas de su fracaso, las condiciones de su existencia, el ser combatiente significaba ante todo ser fiel a una condición, ante cualquier adversidad. La lucha guerrillera para Argimiro, era una forma de la lucha de masas, y sin la gente, sin el pueblo, carecía de sentido. Su raigambre venía de sus vínculos con la tierra, con la gente, con el café que se tomaban y las carencias que sentían. No era un acto improvisado sino una concepción de lucha, de vida y de futuro.
Su objetivo: crear conciencia. Avanzar espacialmente sobre el enemigo, siempre y cuando el espacio conquistado lo fuese en la conciencia y en la organización., para poder dar respuestas que perduraran en el tiempo y en la historia. Aquí, sin embargo, se pasó de una táctica a otra, acomodándola a las circunstancias, improvisadamente, sin que mediara el análisis de lo ocurrido, ni las grandes líneas de lo que habría que proponerse.
En el 58, se propuso la unidad con quienes habían excluido al Partido Comunista de la política venezolana. Ya para el 61 Argimiro estaba en las montañas de Lara. En la ciudad, Unidades Tácticas de Combate, las llamadas UTC, hacían acciones urbanas, sin preparación, maquinaria ni orientación. Allí quedaron muchos compañeros, heridos de una muerte que no les correspondía.
Luego, ante la creciente violencia gubernamental se intentó dar respuesta una alianza cívico-militar para intentos de golpe fallidos y muy costosos, como lo fueron el Guairazo, el Porteñazo, el Carupanazo, golpes materialmente permitidos para que el blanco fuese más fácil de distinguir y el objetivo aniquilador más seguro. Y así lo fue.
Y cuando eso fue insuficiente, se pasó a la guerra larga y prolongada, siempre siguiendo un guión ajeno, llevando a las montañas, las filas y los ríos, a muchachos de la ciudad, que sólo tenían para armarse de mucho valor, rebeldía y un sueño de cambiar el mundo. Nadie les explicó las rutas, las perspectivas. A muchos se les hizo creer que en poco tiempo amarrarían los lazos de sus caballos en las verjas de Miraflores, como lo hicieron los combatientes de la gesta cubana.
Pero no había verjas, ni caballos, ni caminos, ni tiempo determinado para una lucha librada a punta de valor, sacrificio y entrega. Y también de negociaciones, conciliaciones y traiciones. No hubo, porque no había quien la diera, una preparación ideológica, doctrinaria, que les permitiera ir más allá de los manuales de la URSS para aprehender una realidad y dar respuestas acordes con ellas. Betancourt y Leoni, lograron hacer de la izquierda insurgente lo que ellos quisieron para exterminarlos donde y como fuera.
Las continuas derrotas y golpes sufridos, llevaron al repliegue, a la tregua unilateral, al nuevo cambio de táctica. Cuando en diciembre del 64, Chimiro recibe el disparo, aquella guerrilla acusaba la soledad de quienes habían sido dejado a su suerte. En aquel diciembre sólo llegó a las montañas un paquete con sobres de azúcar enviados por una compañera, para endulzar un café amargo como los tiempos que se vivían.
49 comentarios
F Antenor Gonsalves -
JRS -
YELITZA (DESDE FALCON) -
lacacerola13@hotmail.com -
Vicente J -
Comandante Mamut -
dalia torin -
JORGE ELIÉCER GARCÍA ESCALONA -
luis corobo -
asdrubal jimenez -
Nereo -
franklin guedez -
franklin guedez -
franklin guedez -
moufid -
juan gavidia -
Angel Ruzza -
farc -
farc -
MarÃa Pureza Vargas -
Yolanda -
MIGUEL MIJARES -
ARGIMIRO GABALDON
LES SALUDA UN EX COMBATIENTE REVOLUCIONARIO...
Prif. Martínez -
rosario peraza -
Argimiro Riera Gabaldon -
Argimiro Riera Gabaldon -
FRANKLIN GODOY -
Igor José Delgado Aguilar -
Manuel Fuentes -
antonio saldivia -
jorge mendoza -
luis pastor -
luis santiago -
jcj -
P S M
chilin -
wiloveneco -
El no siguío un guion ajeno ni llevo a muchachos a ningún lado,el confiaba en su lucha y era el primero en dar el ejemplo
Tek -
tulio yzarra -
Roberto -
AGUSTIN BAKUNIN -
Isaías Colina Sánchez -
Anónimo -
f.a.r.c -
fuimer -
Angely -
LAURA -
Juan -
REFORMA SI
PATRIA SOCIALISMO O MUERTE
VENCEREMOS
fal -
ante todo gracias por emitir tu comentario en la blogia, porque para nosotros todos los comentarios sirven para el debate y la autocritica.Nos gustaria saber que fue lo que te molesto? como faltamos el repeto? esperamos tu respuesta y asi saber tu inquietud
lola -